Saturday, November 12, 2005

Pacaro roco en la reca

Italiano, si bien llegó a los quince años, ahora ya tiene setenta, todavía no pronuncia muy bien la jota, se ve que gastó su vida en el trabajo, sus manos son prueba de eso. Eso si, se ve contento, con la satisfacción y la sonrisa en la cara, de la misión cumplida.

Dante Bono nació en Italia, en un pueblo campestre y chico, en las laderas de un cerro, Carrodano. Sus años de niño los vivió en medio de la guerra, a su hermano, algunos años mayor, solían irlo a buscar para ir a combatir.
La familia recibió una carta, era del tío de Dante, que había ido a probar suerte a América, a Chile, decía que si alguien quisiera, podía intentarlo, Dante sin pensarlo demasiado tomó la opción. Sólo, a los quince años de edad tomaba un barco a Buenos Aires de un mes de duración, recién llegado a Santiago, notó que debía estar preparado para el trabajo, a los dos años su tío muere quedando completamente sólo.
Dante si bien tiene setenta años, está en perfecta forma, tres días a la semana va su gimnasia y a jugar “al vicio” como le dice a su pasatiempo preferido, amigos, cartas, apuestas y comida. No deja de trabajar de lunes a sábado, sigue llegando a las nueve de la noche cada día, siempre pasa algo en su mundo de los camiones y la harina, o se quedó en pana “Donoso”, o se le cortó el eje al Kamaz, da la impresión de que es precisamente esto lo que lo mantiene con una vitalidad tremenda, unas ganas de vivir que quizás hasta sus hijos envidian.

Si bien llego siendo joven a Chile, siempre le costó pronunciar la jota, o “cota” como diría él, sus hijos se aprovechan de esto para hacer que diga todo tipo de frases que contengan muchas jotas, les parece divertido verlo esforzándose por decirla, además son momentos en los que toda la familia se ve y siente alegre, o quizás mucho más que eso, orgullosa del padre que tienen, de todo lo que les a dado partiendo de nada, sin lugar a dudas los ojos con lagrimas por la risa o quizás por la emoción, son la prueba del agradecimiento y cariño que le tienen, Dante es un ejemplo para cada uno de sus hijos, ejemplo de esfuerzo, trabajo y de salir adelante.
Cada día en que no va al “vicio”, después de comer se pone a leer el diario frente al televisor del comedor, se ve que es más lo que ronca o cabecea de lo que lee, Dante es tranquilo, de esas personas buenas, con muchas mañas eso sí, necesita siempre estar justificado, se preocupa mucho del que dirán, pero bueno al fin y al cabo.
El pelo deja alguno que otro vestigio en la cabeza, solo atrás y a los lados le crece, es narigón como todo italiano, a veces su hija mayor le saca los puntos negros y los pelos largos que le crecen en la nariz, “te voy a limpiar papi”, como es la mayor a desarrollado una especie de maternidad, quizás al verlo más frágil y viejo que antes. Tiene los ojos muy azules, como diría su mujer es buen mozo, es flaco aunque desde hace algunos años a desarrollado un pequeña panza, una cervecera como le diría su hijo menor, aunque no toma más que una copa de vino por comida.

Hace poco se gastó unos ahorros e invitó a toda su familia a Italia, Carrodano, quería que toda su familia estuviera allá con él, se veía contento, se emocionó un poco cuando llevó a todos a ver su madre al cementerio, a la cual nunca más vio, les mostró la puerta de su casa donde todavía vive su hermano mayor, les mostró el colegio, al cual llegó hasta quinto, les mostró donde salía a hacer pastar a las ovejas, cinco o seis que tenía su familia. Se veía feliz, miraba a sus hijos, todos con estudios, algunos casados con nietos, sin lugar a dudas se sentía con la misión cumplida.