Sunday, January 01, 2006

Estacionando la Vida

Historia de una estacionadora de autos y un estudiante

En sus manos me mostraba 100 pesos, diciéndome que ésta era una buena propina, pensé que algo irónico había en lo que me había dicho, pero no, lo que para mi es tan insignificante, un super 8 quizás, para ella era algo vital, lo que le daba de comer y alimentaba a sus hijos, nietos y bisnietos.


Son las ocho y media de la noche, como todos los días la señora Guillermina llega a su trabajo, tuve la tentación de poner trabajo entre comillas porque estacionar autos no es un trabajo muy especial, la verdad después de hablar con ella me pareció incluso que era una emprendedora por conseguir su propia cuadra, con permiso municipal incluido.
La señora Guillermina tiene 76 años, trabaja hace unos diez en la cuadra de Noruega con Apoquindo, primero llegó vendiendo rosas, al tiempo el “dueño” de la cuadra se la regaló porque andaba muy mal. Tiene 4 hijos y además uno que se le murió cuando tenía tres años, ésta no es la única desgracia de su vida, se casó a los dieciocho años, al poco tiempo se separaron con su marido, jamás recibió un peso, ni para ayudarla con su vida ni con la pensión alimenticia de los cinco hijos, en ese entonces el mayor tenía once años y el menor un año ocho meses, sola buscó trabajo y se las arreglo para criar a sus hijos, ahora vive con una hija que sufrió de cáncer, afortunadamente logro superarlo, pero su vida diaria se vio afectada, no puede salir de la casa, también con los tres hijos de ésta, el marido de la mayor, y tres de los bisnietos de la señora Guillermina. Una mujer que no lucha me da rabia, me diría después, en ese momento no pensé que tuviera tanto sentido.
Mi primer intento de conversar con ella, fue inútil, ella no había llegado todavía, muchos días de mi vida al pasar por ahí la veía, me intrigaba como una señora tan mayor podía trabajar de estacionadora de autos, porqué a esa edad tenía que hacer esas cosas, mi duda terminó en el segundo intento, llegue a las ocho veinte y espere unos minutos a ver si llegaba, a los diez minutos llegó, no tardé en ir a decirle si podía hacerle unas preguntas, había tenido muchas dudas si decirle que le daba algo de plata por conversar conmigo unos segundos, si bien yo quería darle tenía el miedo de que se lo tomara como una ofensa, no fue así, si bien al final de nuestra conversación trato de negarse, no fue mucha mi insistencia hasta que la recibió.
No era mi idea contar su historia con tanto detalle, mi mayor interés con esta experiencia era ver lo que le pasa a cualquiera que podría hablar con ella, esa extraña sensación de fortuna que invade, creo yo, a más de alguno cuando está enfrente de alguna vida dolorosa y llena de esfuerzo, algo así como “por suerte no soy yo el que a tenido todas esas calamidades en la vida”. Además de ese extraño gustito a alegría y emoción por la vida cuando se escucha a una persona que pese a tener todo en contra, lo logró.
Mientras la señora Guillermina me contaba de su vida, yo le miraba las manos las tenía duras, se veían ásperas, se notaba que tenían encima años de trabajo duro, años de sufrimiento. Contrastaban con su chaleco fosforescente especial para que no la atropellen, su cara si bien con muchas arrugas dejaba un pequeño sabor a felicidad entre tantas expresiones de cansancio, daba mucho gusto hablar con ella. Estaba apoyada en uno de los muchos autos de la
cuadra, yo al frente de ella apoyado en otro, la escuchaba atentamente sin dejar de pensar en la vida y las diferencias que tiene, le pregunte si la vida le parecía injusta, porqué algunos tenían que sufrir tanto, su respuesta fue más positiva de lo que esperaba, como que si los que sufren mucho al pasar el vendaval quedaran curados de sufrimientos futuros, como que la vida los premiara, me dijo que las cosas pasan por algo, que Dios es quien manda, “claro que me parece injusta, mi vida a estado llena de sufrimientos pero Dios sabe porque”
En ese momento un buen cliente, como me diría después, le pasó a dejar las monedas a donde estábamos, por la conversación se había olvidado de ir a ayudar con las indicaciones para sacar el auto, le dio dos monedas de cincuenta pesos, me dijo que era buena propina, yo algo incrédulo volvía a pensar en lo injusto de la vida, ella se alegraba por cien pesos, algo que para mi es tan poco, ésta vez por el lado de la plata volvían mis cuestionamientos sobre la injusticia de la vida, me imaginé que quizás una propina de diez pesos era lo normal.
La señora Guillermina la misma que me había cuestionado como sería cada vez que la veía y de porqué trabajaba a su edad, ahora me parecía un ejemplo de esfuerzo, sacó a su familia adelante, uno de sus hijos murió, otra hija tuvo cáncer y recibiendo una pensión de 39.000 pesos. Pese a todo me parecía una persona feliz, que todo su esfuerzo sirvió de algo, no pude contener la
tentación de preguntarle que es lo primer que haría si se ganara el Kino, su respuesta me dejó aun más sorprendido y conforme con la conclusión que estaba sacando de está conversación, que el sufrimiento sirve, cuando este se
acaba la felicidad se alcanza de manera más simple y la persona termina siendo mejor.
- Lo primero que haría sería ayudar a toda mi familia, porque siempre hay alguien a quien ayudar.